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martes, 9 de abril de 2013

Relato Zombie: Comunicado de emergencia del Canal DiezDos



- Mamá, la tele se ha averiado. – Grita Sara desde el salón comedor. Su madre está en la cocina terminando de preparar el almuerzo. – Mamá ven ya.- protesta con insistencia.
- Ahora no puedo, cielo. Pon otra cosa mientras, anda. – Le replica la madre, sin prestarle mucha atención.
- Mamá, porfa. Se han estropeado todos los canales.- Chilla enfadada, con ese tono estridente que a la madre le resulta tan molesto.
- Ya voy, ya voy. ¿Cómo se van a estropear todos los canales? – Dice, mientras sale de la cocina cargada con una gran fuente de ensalada y la coloca en el centro de la mesa. - Dame el mando, a ver.-
- Mira mamá, este tipo está en todos los canales. Quiero ver dibus.- Se queja la niña de nuevo, dando saltitos en el sofá y, reticente, le tiende el mando a distancia a la madre.
La mujer se acerca al sofá, coge el mando y, mientras va cambiando los canales, se sienta con gesto preocupado y para de zapear tras varios intentos. Un presentador de aspecto adusto, con chaqueta oscura y corbata a juego, lee con tono robótico de unos folios que sostiene entre los dedos. No mira a la cámara, y eso ya de por sí es bastante extraño.
- Este es un comunicado de emergencia. Sentimos interrumpir las retrasmisiones. A las doce y cuarenta y cinco horas del día de hoy se produjo un escape de un gas experimental de composición desconocida hasta el momento. El hecho se produjo en el Complejo Científico CECAAS, Centro para el Estudio sobre los Comportamientos Adaptados A la Ambientación Simulada. El Centro está ubicado a escasos kilómetros de Mediana de Rioseco, en Valladolid. Se ha recibido en el estudio de Canal DiezDos un paquete anónimo con unas grabaciones digitales impactantes y, aunque no hemos podido identificar al portador del envío, hemos comprobado la identidad de varios de los intervinientes en la grabación y verificado así su autenticidad.
Quién habla y relata lo que veréis a continuación es el Doctor Ricardo Rodríguez Cisneros, reputado científico español, desde una cabina auxiliar de aislamiento. Os los mostramos a continuación.

La imagen cambia y aparece en la pantalla un señor entrado en años, canoso. Lleva barba poblada y unas gafas oscuras, anticuadas. Viste una bata blanca, típica de médicos, pero ésta se ve algo sucia y descuidada.Y el tipo no tiene muy buen aspecto, en general. Por detrás de él, entre mesas y ordenadores, se ven varias personas trabajando frenéticamente, se diría que algo asustados. Y el señor de la bata comienza a hablar atropelladamente, secándose la frente con la manga como con un tic nervioso, con un marcado acento del norte de la península.
- Me llamo Ricardo Rodríguez. Soy Director principal de un proyecto subvencionado por el estado y por varios patrocinadores privados de los que desconozco dato alguno. El proyecto principalmente y sin entrar en detalles, pretende estudiar el comportamiento de varios cuerpos humanos en variados estaos de salud, por decirlo así, ante su exposición a un complejo gas, fruto de la mezcla de diferentes componentes terrestres y lunares, que nos permitirían saber cómo se comporta el cuerpo a la hora de verse influenciado por estos agentes externos.
El proyecto se considera alto secreto y estábamos estudiándolo en cámaras presurizadas con especímenes vivos. Habíamos comparado, hasta el momento, sus efectos en enfermos de sarampión, sida y cáncer, e incluso con un individo sano que nos había sido “suministrado”, no soy capaz de dar con un término más preciso. No sé quienes eran los sujetos ni de dónde venían. No podíamos hacer preguntas, ni nos interesaba. No tiene sentido ya pedir perdón por ello.
A las doce en punto teníamos previsto aislar a un nuevo enfermo, esta vez de cólera, trasladado de urgencia desde Haití. Su deterioro era irrefrenable, y se había ofrecido voluntario, había firmado la documentación donando su cuerpo a la ciencia.
El experimento discurría según lo previsto. A las doce y veintidos horas estaba ya en la camilla, sedado, en una de las cámaras aisladas, y se procedió a inundar la sala con el gas, un espeso humo gris, denso y húmedo, que siempre acaba condensándose a modo de nubes. Todo iba bien hasta que el tipo comenzó a convulsionarse. Entraron dos auxiliares médicos al recinto, siguiendo el protocolo de seguridad, y comenzaron a reanimarle, sin éxito. El espécimen falleció. Fue certificada la hora de la muerte y se procedió a registrar los resultados. Nos dijeron que todo era un estudio de tipo medioambiental y se buscaba cuantificar las consecuencias de las exposiciones y lo más importante, tratar y evaluar las diferencias respecto al tipo de individuo expuesto. De momento no había novedades, sólo habíamos estudiado el gas con humanos enfermos y sanos, y las estadísticas eran planas, sin efectos. Pero no parecía que el experimento peligrara, estaban satisfechos con los resultados.
Lo importante viene ahora, y discúlpenme si me demoro, pero tenéis que entender lo sucedido, cuando los dos paramédicos concluyeron los trámites y procedieron a salir a la antesala descontaminante.
El aire estaba muy viciado, tanto que no vieron que no iban solos. Una vez purificados, abrieron la entrada principal, y entonces algo golpeó a uno de ellos y lo empujó hacia fuera con violencia. Cayó de frente y, al darse la vuelta, vió al enfermo de cólera, recién fallecido, desnudo, exudando un líquido amarillento pestilente por todo el cuerpo. Estaba extremadamente delgado, consumido, calavérico, pero sus ojos brillaban enajenados y furiosos con más vida que nunca, hundidos en sus cuencas. El otro tipo se dio cuenta tarde y justo cuando se giraba, vió al tipo del experimento saltar sobre él a una velocidad inhumana. Abrió su boca que parecía desgarrada hasta casi las orejas y mostró una dentadura rota, podrida y negra. Le arracó al tipo la nariz de un mordisco entre alaridos de los dos médicos, de pánico uno y de dolor el otro. Escupió luego el apéndice y le arrancó parte de la barbilla de otro brutal bocado.  El tipo todavía forcejeaba, sin fuerzas y aturdido, cuando una tercera dentellada fue a destrozarle la garganta y le desencajó parte de la traquea, dejando al aire varios anillos cartilaginosos, e incluso quedó a la vista una porción del esófago. Tras varios gorgoteos y espasmos, en cuestión de segundos, quedó sin vida.
El primero, algo recuperado, procedió a pulsar la alarma general, tras pulsar el código de seguridad en el panel situado junto a la puerta por la que habían salido, y poco más pudo hacer antes de que aquella monstruosidad despreciara a su víctima fallecida con un gesto de fastidio y procediera a agarrar al médico que, de pie arrimado al quicio de la puerta, asistía impotente al ataque del sujeto al experimento. Agarrándole con fuerza la cabeza entre las manos huesudas, con las articulaciones de los dedos inflamadas y deformadas, le mordió tras la oreja derecha. La sangre manó de inmediato a borbotones cuando siguió royendo, ahondando en la herida, implacable. El agredido movía los brazos, boqueando como un pez sin agua, hasta que dejó de moverse y cayó redondo al suelo.
Las cámaras de seguridad lo captaron todo. Estamos encerrados en el centro, bajo una especie de cuarentena. El sitio ha quedado incomunicado salvo por lo medios básicos tecnológicos de comunicación. Sabemos que, si conseguimos haceros llegar esta comunicación, será tarde para nosotros, pero debemos avisar a la población.
Sabemos que a los vivos no les produce efecto alguno, a ese tipo no le ocurría nada cuando seguía vivo, y con los demás experimentos igual. Hasta que su corazón dejó de latir. Y hemos revisado las grabaciones de seguridad y los dos médicos fallecidos se han reanimado. Sí, lo que oyen. Hay varios cadáveres violentos paseando por el complejo. Si ese gas sale al exterior y se expande en las zonas con enterramientos, podría ser un desastre, a no ser que sólo afecte a recién fallecidos.
Nosotros estamos aquí atrapados, no podemos acceder al comedor del edificio ni creo que tengan intención de rescatarnos. Nadie puede entrar ni salir. Si alguno de nosotros muere… que Dios nos proteja.

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