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martes, 31 de diciembre de 2013
lunes, 30 de diciembre de 2013
domingo, 29 de diciembre de 2013
Dibujos de Más caritas de recortables
En esta última resalté tanto los ojos que me ha quedado un poco diabólica. Creo que así me gusta hasta más.
Wubbzy
Empiezo a subir todo lo atrasado de Diciembre antes de que acabe el Año Presente, a ver si me da tiempo de ponerme al día.
De momento, este bichejo se llama Wubbzy y parece un perrito cuadriculado de formas muy agradables.
De momento, este bichejo se llama Wubbzy y parece un perrito cuadriculado de formas muy agradables.
sábado, 14 de diciembre de 2013
Relato de terror: Lluvia de estrellas en una noche de Reyes
- No, no. La historia no fue así. Tengo entendido que los
Tres Reyes Magos ni eran Reyes ni eran tres. Es más, en los Evangelios no
especifican ni siquiera sus nombres.
- Tienes razón, Ana. Así fue. Puedes constatarlo tú misma en
las Escrituras. Pero la tradición popular es más fuerte que la palabra escrita
y poco difundida, y nada indica que los “textos sagrados” estén adornados,
recargados.
- Bueno, es verdad, Alex. Yo no estuve allí ni tu tampoco.
Pero es más lógico que se inventaran toda la tradició oral en torno a una
simple situación sin más trascendencia, y seguro que eran más chamanes o
representantes de pueblos paganos conversos que verdaderos cristianos.
- En eso estamos de acuerdo, sabionda. – Alex me dedicó una
de esas sonrisas encantadoras que me dejaban sin aliento. Intentamos salir en
serio e incluso hubo buen sexo, pero éramos mejores amigos que pareja, o eso
pensaba yo entonces porque a veces me ponía tan nerviosa que tenía que ladear
la mirada y coger fuerzas. Allí venía Alicia, su recién adquirida esposa, no
iba a estropear aquello cuando tuve mi oportunidad y la desperdicié.
- ¿Y la famosa Estrella de Belén? ¿Cómo explicas eso? –
Continué para centrarme en la conversación más que en mis pensamientos.
- No sé. Quizá in Ovni profético o un cometa fortuito, llama
al programa de Milenio 3 y pregunta a Iker Jimenez, seguro que te dá muchas
posibles teorías, a cuál más descabellada.- Me dijo, agarrando a Alicia por la
cintura para sentarla con brusquedad junto a él. Ella se dejó hacer y a mí se me
revolvieron las tripas. Además, sabía que me encantaba ese tipo de programas de
radio y odiaba que me criticara por ello. –
- Sí, claro. Qué graciosillo. Voy a buscar a Oscar y a
Luis.-
Me alejé malhumorada. ¿Celos a estas alturas? Acabáramos…
Estábamos en un terreno solitario, a muchos metros de la
zona más transitada de la Playa de Cortadura, cerca de la parte trasera del
Ventorrillo del Chato, conocido restaurante a las afueras de la capital de
Cádiz.
Habíamos aparcado en una zona semicircular de suelo arenoso
habilitada para ello, a pie de autopista, y nos habíamos refugiado de los
curiosos y de posibles multas, y aprovechar así el espacio desolado e inhóspito
para ver mejor la lluvia de estrrellas que acaecería en aquella noche especial,
la noche en la que los Reyes Magos acudían a las casas para llevar a los niños
sus deseados presentes.
Era el ambiente perfecto: noche calurosa (para ser
invierno), suave brisa marina, cielo estrellado… y no tenía unos fuertes brazos
o una dulce boca para acompañar la sangría y la brocheta. Seguramente Oscar y
Luis estaban más interesados en su mutua compañía y Alex también se veía a
gusto. Me lo había buscado, ¿de qué me quejaba ahora?
Alejada de los demás, en la más completa oscuridad, observé
el cielo junto a la orilla… Ya caían, montones de estrellas brillantes de tonos
plateados y rojizos iluminaban el firmamento como fuegos artificiales. Era
alucinante. Algunas brillaban tan cerca, en una carrera frenética… pero tan
cerca. A lo lejos escuché una pequeña explosión, más ocmo un golpe seco unido a
un pequeño truego cegador. Busqué a Oscar y
Luis con la mirada pero no vi a nadie cerca, y ahora mismo Alex y Alicia
andaban ocupados. Otro destello. Y a pocos metros tras un par de dunas más
allá.
La curiosidad pudo conmigo y me dirigí al lugar a
investigar. Eché a correr en dirección al último y más cercano impacto. Tras la
duna de fina arena se había formado un cráter negruzco de al menos dos metros,
humeante. El interior era profundo y oscuro.
Avancé hacia el borde. Otro impacto cayó cerca, a mi
espalda. Y muchos más alrededor. La tierra tembló con fuerza y un fuerte
resplandor iluminó la zona. Trastabilé y resbalé dentro del hueco, desplazando
la arena clara y dejando un surco con ella tras de mí.
Pensé que me quemaría o que caería hasta el fondo de un
abismo interminable, pero me deslicé apenas un instante y caí en una superficie
dura y fría. No había ada allí. Me levanté y me sacudí, con el trasero
dolorido. Qué tonta me sentía. Y una mano me agarró un tobillo.
Intenté gritar pero el susto me dejó sin aire. Caí de nuevo
e intenté trepar de espaldas demasiado éxito.
La mano trepó a todo lo largo de mi pierna. Parecía
utilizarme para salir más que perseguir hundirme. Y eso hizo. Era una garra
grande, depredadora y retorcida, helada, como un hueso pellejudo, sin carne ni
grasa, fuerte como una tenaza prieta.
Escaló sobre mí sin escrúpulo hasta que la criatura más
espantosa brotó por completo de la tierra. Era un monstruo de pesadilla, con la
cara roída y la mirada vacía, dientes pestilentes y ropas mustias. Parecía
tremendamente viejo, podrido y en las últimas. Me clavó las uñas al ascender
sobre mí a modo de escaleras. Dolía pero el terror me impedía moverme.
Lo último que noté antes de que terminara de alzarse agarrándose
con fuerza a mi cabeza y dejándome inconsciente, fue un fuerte olor a incienso,
tan intenso que me provocó unas espantosas arcadas. Y una medio desdentada
sonrisa de pesadilla.
Desperté con la luz del Sol cegándome con mezquindad, aún
con los restos de aquel olor picante a mí alrededor, como en un mal sueño.
Aturdida y tambaleante, me puse en pie con torpeza. Me dolía la cabeza, tenía
un duro bulto en la frente, se palpaba con facilidad. Pero no había rastro del
hueco ni de monstruo alguno, sólo una bonita caja con un gran lazo azul, y
sobre ella una etiqueta que rezaba: “Para Ana, de los Reyes Magos, os traemos
lo que más deseas, por haber sido una chica buena todo el año”.
Ahora sentía más curiosidad que asombro o incluso miedo.
Empezaba a pensar que aquello había sido una broma cruel de los chicos. Me las
pagarían.
Cogí la caja y la agité. Pesaba lo suyo, ¿qué habría dentro?
Deshice el lazo con nerviosismo, y al abrir la caja quedé paralizada por el más
doloroso espanto. La cabeza de Alex reposaba ensangrentada, con una mueca
espantosa en sus labios retorcidos y sus ojos, abiertos de par en par,
aparecían en blanco con las pupilas perdidas en su interior.
jueves, 12 de diciembre de 2013
Tarjeta 5 para ofertas en CINES CINESUR
Hola a todos.
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